Y entonces se me ocurrió pensar como hubiese podido ser todo, si me hubiese animado a tomar ese avión hacia Paris.Probablemente hubiese vivido lo que antes no pudo ser.Me bajaría en Orly, para tomar el primer tren hacia su casa en los suburbios.Seguramente bajo una intensa nevada, lo cual me hubiese impedido correr.Hubiésemos compartido seguramente una nueva oportunidad de ser felices.Así las cosas, hubiese golpeado a su puerta bajo la nieve.El hubiese abierto y un abrazo guardado por años se hubiese concretado finalmente.Como siempre suele suceder, las cosas no son como tendrían que haber sido,sino de otra manera.Atreverse a ser felíz, es un permiso que pocos se dan, en pro de un supuesto sacrificio en beneficio de terceros.Estos terceros,en realidad no nos han pedido nada,pero los que tenemos entre cincuenta y sesenta, hacemos de cuenta que si.Él hubiese abierto la puerta con una mezcla de alegría y desconcierto.Su accidente ya habría sucedido,lo cual le impediría recogerme en el aeropuerto como la vez anterior.Sin embargo, nada nos habría impedido encontrarnos y ser felices.En el fondo éramos los mismos,como solía decir él desde siempre, dos espíritus de veinticinco, en un "pellejo"más viejo.La primavera de Paris no se hubiese hecho esperar, algo después de mi llegada explotaría en mil pétalos multicolores.Como dos niños, hubiesemos salido a descubrir los primeros brotes de su jardín, las primeras flores amarillas que asomarían tímidamente a decirnos hola,le ayudaría a replantar los geranios que el frío invierno hubiese hecho desaparecer.Con su guía, hubiese preparado esas comidas elaboradas,que hace años compartiéramos,servidas en hermosos platos blancos y cuadrados,que las harían parecer aún más originales.Después coronaríamos el momento con un rico postre de chocolate y un café,acompañados de muy buena música, frente a esa nueva ventana que no sabe de nuestra historia.La de la casa anterior, nos mostraba un parque inmenso,ésta sólo un pequeño jardín,pero nuestro amor si se había agrandado con los años.
Más rápido de lo deseado el día de mi partida hubiese llegado, y como aquella vez, me hubiese pedido que me quede y me case con él.Yo le volvería a decir que no era posible,una supuesta misión me esperaba en el otro extremo del mundo.Esa necesidad estéril de regresar a la infelicidad,de ponerse una nueva meta que no era tal.
Al igual que la otra vez, ambos lloraríamos en silencio la despedida.Yo,en la cabina de un avión,mirando a través de la pequeña escotilla de mi asiento, una nube muy azul como sus ojos.Él,en la nueva casa que otra vez se habría quedado vacía de risas y caricias compartidas.Como imaginar, como hubiese sido lo que no fué, tal vez, nos hubiésemos dado cuenta que todo era una quimera y nuestro amor no era tan grande como creíamos, su comida horrible y que nadie lloraba el día de la partida,sino que cada uno se alegraba de retomar su pequeña independencia.Cómo saber como hubiese sido algo sin haberse atrevido a vivirlo,sin intentarlo.Por eso, cada día de nuestras vidas, debería ser eso, un intento de ser felices independientemente del resultado obtenido.