Recuerdo de muy pequeñita como te pasará a ti, a mis padres dándome todo tipo de augurios con respecto a mi futuro.-En principio me prometían que si comía bien sería sana, fuerte...que me convertiría en una hermosa mujer…eso sonaba como definitivo.
Ahora…digo yo…no debieron haberme advertido también que algún día tendría arrugas…y que todo se me caería a tal punto de tener que mirar hacia abajo para encontrar partes de mi propia persona…Ni se les ocurrió decirme que gastaría cantidades infernales de pomos de tintura para esconder mis canas..
Y mis dientes?? Que decir de mis dientes…se olvidaron de advertirme que luego de perder los dientes de leche y recoger las ganancias que el ratón Pérez dejaba tras cada pérdida a la espera de un nuevo y reluciente diente…habría otra etapa de mi vida en que perdería mis dientes de nuevo, con el agravante de que el dichoso ratón estaría jubilado...y por lo tanto con magros ingresos no me dejaría más nada…y para mal de males no me volverían a crecer… los que si aumentarían serían los ingresos de mi odontólogo para reponerme las piezas perdidas.
Que tal el tema de la presbicia? Me hicieron saber acaso que después de los 45 necesitaría gafas de cerca para leer como ellos….
Podría seguir enumerando muchas más calamidades que uno va descubriendo en su propio cuerpo a medida que “crece”…pero para que a esta altura…quien no se queja de los pelos que se caen de donde deberían estar y crecen justo donde no deberían...
Es por todo esto que me dirijo a los padres jóvenes para decirles que están a tiempo, salvo que quieran hacer como con los Reyes Magos y el Papá Noel y esperar que sus hijos descubran por si mismos que todo era una simple ilusión
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